(Enfermedad del Unicornio Azul)
Me inventan un nombre que no
existió, una idea absurda del
irse
y del no regresar; tú y ellos me
han tirado a la tierra mojada
por aquellos textos besados
por el tiempo amarillo que
entona mi muerte.
Yo, M. moriré pero no sobre
su papel insulso, lo haré bajo
mi nombre, bajo mi interesante
enfermedad a la que nadie
nació para serla vivida.
El ser humano, con su mente tan
diestra y llena de pesados egos, te enreda con su habladuría
hedionda y poca azulada; te
imaginas querido mío, aquellos que han inventado las palabras que matan, con
solo escucharlas tu vida eclosiona, el tiempo que ha pasado lento se irá aun
más lento, en un sin fin de agonizantes olores el aire se espesa y el querer
existir se aferra a tu piel y tu espacio en el tiempo como una costra bajo las
rocas de mar.
Estas palabras como:
·
Paraparesia
espástica tropical
·
Síndrome
de enclaustramiento
·
El trastorno límite de la
personalidad
¿Que pensarías si te
nombraran tan infame nombre, en tan infame silencio, como el color de las
habitaciones en forma retorcida, con olor a nafta e infecciosa limpieza?; el
cerebro no omite tal queja y solo lleva impulsos nerviosos hasta tu sistema
ejecutivo, pues lo único que conoce a la perfección es la palabra “MORIRAS” y no hay remedio algunos para evitarlo. La insipidez y lo incoloro de tan retorcido
nombre hace más que apuñalarte hasta tu último existir, no bailas, no cantas,
no sueñas; pero sueñas con la herida que se abrió y no se cierra, de resto no
sueñas, no eres, no existes, no eres tu, ¿entonces, que eres?
¿Cómo puede el ser humano
que ha sido ligado a una “perfección” no suministrada crear tan detonante
eufemismo?, quizás, si la muerte cambiara de nombre, por uno simple, puro y
ridículo por el color en que se encastra la muerte. “La
palabra que mata” seria suave y apaciguada de forma tan leve que nadie
sentiría pena ni el dolor abriría las puertas de tus ojos.
- Sufro la enfermedad del unicornio azul, un
soplo en el cerebro que produce un infarto en el mismo matando así una parte de
él.
- Sufro el síndrome de las caritas emotivas,
mi personalidad es desordenada y no tiene un estado móvil para manejar según la
situación.
Esto, simple y sencillo,
quita dureza, y sin sentido alguno te burlas de quien te espera cada 12 de la
noche bajo el costado de tu cama; quien muere si no has muerto, puesto que
nadie te ha sentenciado a cargar tan inquieto nombre al que no conociste, al
que no viste, a quien existió pero ni idea de cómo sucumbió.
Sí, me voy y el barco ajeno
ya no lo es más, me hundo bajo una enfermedad acabadora y lúgubre, justa de lo
que pasa, adornada con fantasías azucaradas, prefiero decir he muerto, moriré;
he muerto bajo el síndrome del unicornio azul y no de la palabra nacida para
matar.
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