Mi callosa realidad, que abreviaste
la sutileza de los que aman la crítica
salada. el silencio daña como las aguas
a las rosas de coral verde.
la madre tierra, abandona la señal de los
humos, solo queda “señor sostenme”
pedazos caídos, bajo un piso sucio
de lamentos a oscuras.
no lloremos, cantemos al furor de los tambores
el hombre, que arribo, deterioro las tierras
puras, y la vista ensucio un rostro pálido
- me han acabado, la mala educación
de un alguien
que no conocí, siempre se pregunta
el ermitaño oscuro.
pero, el espejo amarillento alguna vez pregunta:
querido Edgardo, ¿acaso tus palabras no han matado?
¿no han ensuciado una moral virgen?
por que te lamentas, por la sinceridad, que al final
te dijeron, ¿sin gracia y apoyo?
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y así, el mundo paro, el agua retrocedió y al final
de las cuentas, los idiotas que cayeron en mis palabras
son cardo, son abrojo, son muñecos de papel.
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